Mamá inmigrante: la maternidad lejos de casa y los abrazos que me faltaron

Published by Lianet Cylwik Lopez on

mama inmigrante

Ser mamá lejos de tu país

Convertirse en madre es transformarse. Pero cuando esa transformación ocurre lejos de tu tierra, el camino se vuelve más complejo. Ser mamá inmigrante es criar entre dos mundos: el que dejaste atrás, lleno de recuerdos, familia y raíces… y el nuevo, donde todo se siente ajeno al principio, incluso tú misma.

No se trata solo de adaptarse a un país distinto, sino de aprender a maternar con nostalgia, de reconstruir redes desde cero, de sostenerte sin los abrazos que siempre imaginaste tener a tu lado.


1. Lo que más duele

Para muchas mamás inmigrantes, la maternidad se vive con ausencias difíciles de nombrar:

  • La familia no está para ayudarte durante el embarazo, ni cuando nace el bebé, ni cuando necesitas un respiro.
  • Tus hijos crecen sin convivir con sus abuelos, tíos o primos.
  • Momentos importantes, como el primer ultrasonido o los primeros pasos, no pueden compartirse con quienes te vieron crecer.
  • Las videollamadas no reemplazan las sobremesas, los abrazos, las risas espontáneas.

2. Lo que se valora distinto

Con el tiempo, también aprendes a ver con más claridad lo que sí tienes como mamá inmigrante:

  • Una nueva familia que se construye con tu pareja y tus hijos.
  • Amigos que se vuelven hermanos.
  • Detalles pequeños que se sienten gigantes cuando estás lejos de tu gente: un mensaje a tiempo, una voz conocida, una canción que te conecta con tu infancia.

Todo cobra otro valor. Y aunque la maternidad duele por dentro a veces, también te enseña a agradecer desde otro lugar.


3. La maternidad entre la gratitud y la nostalgia

Hay días en los que te sientes fuerte y agradecida por todo lo que has logrado en otro país. Pero también hay días en los que la nostalgia aprieta el pecho.

No es contradictorio: puedes estar feliz con tu presente y a la vez extrañar con toda el alma el pasado. Puedes construir una vida hermosa para tus hijos, mientras sueñas con que ellos puedan compartir más con quienes quedaron lejos.

Esa dualidad es parte de la maternidad migrante. Y está bien sentirlo todo como mamá inmigrante.


4. Las redes que hay que construir desde cero

Cuando llegas a otro país como mamá inmigrante, no solo tienes que adaptarte al idioma, la cultura o los trámites. También tienes que crear una nueva red de apoyo desde cero.
Y eso, siendo mamá, se vuelve urgente.

Buscar a quién acudir si tu hijo se enferma. Encontrar pediatras en los que confíes. Descubrir qué lugares son seguros para salir con tu bebé. Hacer amigas nuevas mientras cargas con el cansancio, el miedo y la nostalgia.

No es imposible. Pero es desgastante. Y muchas veces lo haces sola, mientras tu familia está a kilómetros de distancia.


Mi historia como mamá inmigrante

Soy cubana y vivo en México. Desde que supe que sería mamá inmigrante, sentí una mezcla de emoción, miedo y tristeza. Me hubiera encantado vivir mi embarazo cerca de mi familia. Contarles cómo me sentía, que me ayudaran, que me escucharan sin filtros, que me acompañaran en los días difíciles.

No tuve un baby shower, ni revelación de género, ni nada que se pareciera a esas celebraciones. La verdad es que yo decidí no hacerlo, no porque no me interesaran, sino porque no tenía a mi familia para compartirlas. Y dolía. Me faltaban ellos.

Aunque estuviera en Cuba, la mayoría de mis amigas y mis hermanas también han emigrado. Es duro asumir que muchos de los que crecieron contigo también tuvieron que irse. Que tus hijos no jugarán con los hijos de tus amigas. Que no puedes tomarte un café con ellas cuando estás triste. Que no han visto en quién te convertiste.

Hoy mi hija tiene casi tres años. Y muchas veces me toca explicarle sobre su abuelo, contarle que tiene tres tías, decirle sus nombres. Me parte el alma no poder tenerlos más cerca. No porque no los quiera, sino porque la distancia pesa. Me gustaría tanto que mi papá pudiera verla más, que ella compartiera con él cosas simples, como una merienda o un paseo. Me imagino lo felices que serían juntos.

También pienso mucho en mi tío, que fue como un padre para mí. El que me enseñó a nadar, a montar bici, a jugar ajedrez. El que cada dos palabras hace un chiste. Sé que mi hija y él se llevarían increíble. Pero la vida nos puso lejos.

Hace poco, mi hija aprendió lo que era un primo viendo unos muñes animados. Y yo pensé en los suyos… en esos que la quieren, que preguntan por ella, que están del otro lado. Me encantaría que pudiera jugar con ellos, crecer con ellos, tener recuerdos juntos. Pero por ahora, solo los conoce por nombre.

Y aun así, tengo esperanza. Sé que un día podré visitar a mis hermanas más seguido. Que mis hijos crecerán sabiendo quiénes son todos esos familiares que hoy están lejos. Que lo que hoy duele, un día será distinto.

A pesar de todo, sé que hice lo correcto. Mi hija tiene cosas que yo no tuve: libros, juguetes, tranquilidad, una infancia sin contar zapatos. Y eso también es amor.


Criar lejos de casa no es fácil, pero tampoco estás sola. Cada paso que das como mamá inmigrante deja una huella de amor, de esfuerzo y de valentía. Y eso también merece ser reconocido.


1 Comment

Herica · junio 9, 2025 at 4:16 pm

Excelente este post como refleja la realidad de muchas…aún no soy madre pero siendo inmigrantes pienso en eso todo el tiempo, solo tengo a mi esposo al lado y nadie de su familia ni de la mía cerca, cuando seamos padres solo seremos él y yo, nadie para ayudarnos, ni apoyarnos de cerquita. Pensar en que mis hijos crecerán lejos de sus abuelos, de sus tíos, de sus primos 🥺 eso me rompe el corazón. Pero sin embargo estoy absolutamente segura y consciente de que emigrar de mi país para poder darles a ellos una mejor vida fue la mejor opción.

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